
Y cuando llega la hora,
el suspiro marca unos cinco minutos,
no me quiero ir,
no quiero que te vayas,
quisiera permanecer en tus labios toda la vida
y en tus brazos toda una eternidad.
Los abrazos aprietan mi alma
que en otro suspiro,
respira para volver a besarte.
Y luego cuando me alejo o te alejas,
mi alma se llena de un vacio indescriptible
y con un último soplo te digo adiós,
para de nuevo suspirar
con mi mirada que ya no te allá.