Entre mis pasos te atravesaste y no eras estorbo y no eres suelo negro.
Como el fin del mundo, eras tú; intacto, lucido y esplendido.
El color de su piel llegaba con el viento y se mezclaba como un vino entre mis pupilas, tan alucinante.
A falta de un encuentro fue uno tras otro al transcurrir el día.
Y me diste sombra y me seguiste como una de ellas, ahora me esperas afuera, con vestido lila y yo no veo hora destino para cruzarme entre tus raíces.