Son perlas, cristales de oro blanco bañados en sangre de cordero quienes robaron mis sentidos y mientras gota a gota cae de la perfecta curvatura de sus labios el néctar del animal, la sed de mi cuerpo y el hueco de mi corazón quieren saciarse y morir a cuenta de ser su próximo alimento, su animal, su cordero.
La noche acompaña su caza día tras día y yo aquí atrapada en mi naturaleza, muero en tristeza e impotencia de ser su cómplice enamorada, pero no su cena y mucho menos su amor.
Soy la oscuridad que veo tu miedo diurno y escondo todo el pecado que me enamora de ti, tu condición de ángel negro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario